28/04/2017
Colas hambrientas a las puertas de comedores sociales; si los hay.
Colas de vergüenza cargadas de culpabilidad y esperanza.
Pateras de soñadores, emprendedores, colonos de una tierra prometida,
pateras de engaño, miedo y muerte.
Campos de refugiados obligados por balas y bombas,
campos de impotencia, inocencia y hacinamiento de gente apátrida.
Bancos ocultos en la opacidad fiscal, rebosantes de ladrones protegidos,
bancos que especulan con la avaricia legal y la indolencia sin escrúpulos.
Niños hueso, amamantados de pechos vacíos, paupérrimos.
niños nacidos muertos de hambre; veinte mil cada día, ¡cada día!
Mujeres inferiores a los hombres por dictamen de los hombres,
mujeres sembradas en el miedo. Inhumanos hombres por acción y omisión.
Católicos comprometidos, blandiendo banderas de paz y amor al prójimo,
católicos de pacotilla, justificando la pobreza con limosnas e impasibles ante el dolor incómodo.
Leyes de tabla rasa al son del poder vigente, urdidas con hilos rotos y nudos viejos
leyes de inequidad manifiesta, al servicio del dinero, aplicadas sin justa justicia.
Trabajadores inactivos a la fuerza, que buscaron la dignidad en el tiempo deslomados,
trabajadores olvidados, desechados, desterrados, molestos, caros y culpables.
Muchos viajantes apáticos urgen un trasplante de su corazón de piedra.
(finalista VI Concurso de microrrelatos Callosa de Segura 2017)
© 2019 Pensamientos en voz alta | José Ignacio Mena
Cada vez miramos las injusticias con más pasividad y las vemos como algo normal y cotidiano.
Me pregunto, qué tiene que ocurrir para que salgamos a la calle y digamos ¡Basta! de una P vez??