-El yo, el “hijo”, el ser humano físico que va haciendo, construyendo, destruyendo, el que se ríe, toma disgustos, busca la razón, siente frío y hambre, el que persigue la sombra en verano y el sol en invierno intuitivamente, el que te reconoce al verte, el que recuerda lo que gozó, lo que lloró, el que lo tiene en cuenta, el que sueña distintas formas de futuro…
-El pensamiento de “padre”, la coherencia, la razón; el que valora las acciones, toma decisiones, entiende un chiste inteligente, el que sale de graves problemas, inhibe el instinto y acepta las reglas, el que se marca metas y métodos en la vida, el que sigue su camino, el que analiza la mejor solución posible, el fruto de su propia evolución…
-El «espíritu» intangible, la conciencia, con la que sentirse y reconocerse vivo, capaz de adentrarse en la propia tristeza, en el odio, la ira y el miedo y sentir su razón de ser, capaz de doblar el valor de la vida en el amor y en la risa. El que no toma partido, y puede observar cómo el «hijo» interactúa con lo físico y como el “padre” se integra, piensa y participa en el mundo que ha creado. La conciencia omnipotente autora y testigo del pensamiento con el que creamos el color de la felicidad, la intensidad de la rabia, y la razón del universo
Tres formas distintas de la misma vida que conforman un solo yo verdadero