Por un resquicio de la puerta, una indefensa criatura de cristalinos ojos atónitos hacía suyo el dolor de su madre, la violencia de su padre y el orden establecido. Tomaba parte y normalizaba así, sin querer, el cariño en una frecuencia equivocada.
Irene callaba por miedo y por vergüenza, odiaba a su madre desobediente y temblaba ante su padre todopoderoso y sabio por cojones. Del colegio pasó al instituto aferrada a sus amigas de siempre.
Toleraba a los chicos que la increpaban y admiraba a la vez su sexo fuerte y decidido; sobre todo del guaperas que la debería proteger el resto de su vida.
Amó a un marido que le susurraba cada vez con más gritos, la amaba cada vez con más violencia, la quería tan cerca como presa, escudriñaba en sus secretos más que en sus deseos, la acariciaba a golpes, imponía su “sabio” criterio a su inútil talento, tomaba sus decisiones y enmudecía su coraje. Se sentía culpable, avergonzada, inútil, sucia y suya como se debió sentir su madre.
Mientras tanto, por un resquicio de la puerta, una indefensa criatura de cristalinos ojos atónitos hacía suyo el dolor de su madre, la violencia de su padre y…
Primer premio en el IX certamen de Microrrelatos de Callosa de Segura, 2020 Tema Igualdad