Reinventar no es sinónimo que retocar, lavar la cara o ponerle un collar nuevo al perro. Más bien significa empezar desde cero. Ahora, con el paso del tiempo y la experiencia, la humanidad es, o debe ser, más sabia y tiene mayor perspectiva de la historia, por lo tanto tenemos la posibilidad de hacer algo realmente distinto. Para empezar, habría que definir un objetivo y deberíamos participar todos lo actores involucrados en el cambio; es decir toda la humanidad. No pueden ser artífices de un nuevo sistema de economía mundial los que ahora se llevan la mejor parte, eso sería demasiado absurdo, ilógico e inútil. Estos dirigentes prepotentes asesorados por lacayos obedientes, ni siquiera conocen el significado de un mundo más ecuánime, Las personas económicamente resueltas, no pueden sentir la urgencia del equilibrio social.

Mucho se habló de la sociedad del bienestar, emulada en algunos segmentos sociales a costa de: bienes materiales, ligero incremento de la renta per cápita, más tiempo y ofertas de ocio, puestos de trabajo más dignos y libertad de expresión sin manuales de buena conducta y respeto, pero nadie supo hablar de libertad y felicidad humana (no social). Aprendimos que el bienestar consistía en tener un lugar destacado en la sociedad, llevar los hijos a un colegio público con profesores motivados, esquiar los fines de semana, entender de vinos y tener en propiedad una casa pagadera en treinta años. Pero lo que sobre todo aprendimos fue a desear mejorar nuestro nivel de vida para emular a los ricos, no pensamos si nuestros hijos crecen olvidando el verbo envidiar y conjugando el verbo vivir, si necesitamos lo que no tenemos o tenemos más de lo que necesitamos. Nadie nos enseñó a sentir.

 

Pienso que hay otra manera de reinventar el capitalismo y consiste en cambiar el concepto de capital por sentimientos, donde el dinero sólo sea una herramienta burocrática para conseguir un fin distinto del poder y de la acumulación desorbitada de riquezas materiales. El objetivo final es tan sencillo como educar para ansiar la felicidad. Sólo felicidad.

 

Exijo, que en el nuevo diseño del orden mundial se contemple la felicidad como un valor primario, y no tanto que enseñen al pobre a conformarse con poco, si no al rico a ser feliz con menos riquezas, con menos avaricia, con menos deseos de poder. Exijo que las leyes de los hombres observen la felicidad como fortuna y ensalcen y emulen al que la contagie. Que menosprecien al rico avaro si su riqueza no sirve para provocar felicidad. Que cotice en bolsa la alegría humana y que se convierta en asignatura obligatoria en la educación. Cuando un rico consigue más riquezas no hace a los pobres más pobres, hay quien no puede ser más pobre, hace a más personas pobres y siembra desdicha y envidias. En el nuevo orden de cosas, se debe buscar la manera de cambiar el patrón oro por felicidad verdadera.

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