Probablemente la mitad de los que nos gobiernan, gritaron ¡libertad! por los años 70, pero dejaron de gritar, llegaron donde estaban los que les oprimieron, perdieron la voz y dejaron de oír a quienes les apoyaron. El tiempo produce niebla que esconde el costo de la lucha; el dinero y el poder amansa el alma revolucionaria y minimiza el sentir del dolor ajeno. Espero que el 15M despierte el alma dormida de los que un día pensaron que algo podían cambiar, que los que se apoltronaban en el poder no tenían una visión global del mundo y que era necesario gritar para provocar un cambio. Espero que el grito de los indignados resuene en su conciencia infectada, haga aflorar la vergüenza y agite la humildad perdida.