El otro día leí una noticia con tintes inquietantes y aires conspirativos. Trataba sobre un experimento, en el campo de la «inteligencia artificial» que aparentemente se les fue de las manos a científicos de Facebook cuando dos robots crearon un lenguaje evolucionado e ininteligible para los humanos, pero no para ellos.
Fue noticia, probablemente porque la imaginación presenta una tendencia natural a las distopías, a imaginar situaciones catastróficas, principalmente como consecuencia de la saturación poco rigurosa con el que continuamente nos bombardea el cine de ciencia ficción. Tanto el redactor de la noticia como el lector, probablemente recordaron, con esta noticia, películas como: Blade runner o 2001 una odisea en el espacio, donde la inteligencia de los robots se confunde con la humana; películas como Terminator, Yo robot o Matrix donde las máquinas se alían entre ellas en un acto de segregación “racial” con el fin irracional de la supremacía sobre los seres humanos.
La noticia que disparó la imaginación humana hacia el holocausto, dista enormemente de la realidad. Parece que el lenguaje no era tan ininteligible ni amenazaba a la humanidad, simplemente no ofrecía los resultados deseados y se detuvo el experimento para hacer reajustes de programación. Pero en el peor de los casos, aunque la inteligencia robótica pudiera desarrollarse hasta superar la humana, no cabría pensar, como si fueran simples humanos, que buscarán imponerse a nosotros en lugar de convivir con nosotros. Tampoco cabe pensar que tendrán, como los humanos, el absurdo sentido de pertenencia a un grupo homogéneo, como principio fundamental de la subsistencia, ya que su “vida” podría ser indefinida y tendrán un concepto de soledad y supervivencia distinto a como lo entendemos hoy que somos mortales. (recomiendo leer “Para qué nos hacemos viejos” que escribí el otro día)
Somos muy dados a la prosopopeya –atribuimos a los objetos y animales condiciones humanas–, hablamos con nuestras mascotas, saludamos a nuestra casa, vemos nacer el sol y esconderse la luna, a creer que los robots serán tan mal pensados como nosotros. Creemos que una inteligencia que sea capaz de aniquilarnos, lo hará, como haríamos nosotros con quien viniera a usurparnos la supremacía. Esto lo vemos en la cotidianidad; tenemos miedo de rodearnos de colaboradores más listos que nosotros para que no nos dejen en evidencia y poder ejercer de jefe. Para evitarlo contratamos a colaboradores un poco más imbéciles que nosotros, y así resguardar nuestro limite intelectual. Nuestros segundos, un día ascienden de categoría y contratan a otros más imbéciles todavía y así sucesivamente, confeccionando un tejido empresarial y funcionarial lleno de imbéciles. (Recomiendo la lectura de “Elogio del imbécil: El imparable ascenso de la estupidez”, de Pino Aprile)
A la misma velocidad que los robots vayan adquiriendo inteligencia, el ser humano irá ganando en robotismo. Quizá la línea que ahora diferencia claramente entre humano y máquina se difumine hasta desaparecer. Un robot biológico con un cerebro humano clonado contra un cerebro humano sobre una plataforma robótica. Quién luchará contra quién. Espero que para entonces, no solo la inteligencia artificial supere a la de los hombres, sino que la de los hombres se supere a sí misma empezando a desaprender en materia de individualismo, protagonismo y egolatrismo en pro del bien común. Se debería empezar con urgencia a cambiar patrones de pensamiento que nos impiden avanzar, desechando costumbres irracionales, dogmas de fe y paradigmas. Esto nos permitirá ver con más claridad el sentido de la vida y la razón de la inteligencia.