Ya estamos otra vez cambiando de año. Cada vez parece que llega más pronto. Esto de hacerse mayor tiene eso, que cada vez los años parece que pasan más rápido.
Antes de proponer buenaventuras para el próximo año, me gustaría echar la vista atrás para ver en qué quedaron los deseos de prosperidad anteriores:
No me ha sonreído la fortuna en forma de tesoros ni bienes materiales, eso es evidente, lo hubierais sabido. No he mejorado en salud, como mucho, mantengo el tipo. El mundo no ha evolucionado en lo humanístico, hay guerras nuevas, sigue la hambruna, las diferencias sociales son evidentes, como el egoísmo, las mentiras y la avaricia. El inglés y el gimnasio ni los he tocado, si acaso I forget words y he engordado lo que no he andado.
Sí, he tenido un nieto y he publicado un libro, cosas que hacen bueno cualquier año; aunque no estuvieran en mis planes de prosperidad.
En fin, este año no voy a soñar con intangibles, mejor voy a poner deberes, porque está claro que, si no ponemos algo de nuestra parte, la prosperidad y la fortuna miran para otro lado.
Una de las cosa que debemos hacer, con lo que se consigue un año de mayor felicidad, es no esperar que nada sea mejor o peor de lo que es, sino aceptarlas tal y como son, lo que nos lleva a no tener deseos de prosperidad, porque luego cuando no se cumplen, viene el bajón; y si no esperamos nada, todo lo que venga será una sorpresa. También debemos aprender y hacer prácticas para buscar lo positivo de todo; que todo tiene una cara buena. Recuerda el refrán “no hay mal que por bien no venga”. Piensa en positivo. Eso que parece una frase facilona y sin sentido, es, para mí, la esencia de la vida. “Menos mal que no me he caído”, siempre es mejor que “casi me caigo”; “corre que aún llegas a tiempo” mejor que “no llegarás”; “¡Qué alivio que me acordé de coger mi teléfono móvil en el último momento!”, mejor que pensar “Casi me quedo incomunicado.”; “estaba seguro de que al final encontraría las llaves!”, te deja mejor cuerpo que “Pensé que iba a tener que llamar al cerrajero.” Y así para todo. Si llenamos el pensamiento con cosas chungas, él, que no sabe nada de la vida en su conjunto, creerá que tiene que ponerse en alerta y consumirá nuestros recursos en modo estrés (distrés, técnicamente hablando, que es el estrés malo)
En definitiva, que la razón para que el año próximo sea próspero, feliz y saludable, no sea porque el número 24 tenga mejor agüero que el 23, ni por llamar a la suerte, ni siquiera en lo que yo os desee de corazón. Está, seguro, en el cómo nos lo tomemos. Piensa que para unos será bueno y para otros no tanto, pero el año es el mismo.
Te deseo amplitud de conocimiento, atención y práctica para que te vayas construyendo el año que quieras, a la medida de la felicidad que necesites.
Feliz año 2024